miércoles, julio 27, 2011

"Paul" de Greg Mottola

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Para ulular lastimeramente:

Su personaje central, sí, el mismo que le da título, un gamberro estelar que no pasa de la primera fase en sus chistes simplones y escatológicos, una criatura creada a imagen y semejanza del mismo adolescente norteamericano al que busca seducir con tan terrenal sentido del humor -en nada ayuda que le haya prestado voz Seth Rogen, un tipo que no es divertido, ni aquí ni en Alfa Centauri-. Y, ya que estamos, la alegría con que la crítica hispana ha revelado esa sorpresa final que es la identidad de la actriz que interpreta a The Big Guy.


Para aullar efusivamente:
Efusivamente, lo que se dice efusivamente... Pongamos que nos cae simpática la química existente entre Simon Pegg y Nick Frost, que nos sonreímos identificando guiños y homenajes (atención a la voz de Spielberg) y que nos enternecen los esfuerzos de Mottola por mantener alguna rueda de la Winnebago en su terreno y el entusiasmo de los SNL Bill Hader y Kristen Wiig.


El juicio crepuscular:
Que levante la patita quien considere que Greg Mottola es uno de los observadores de Fringe (aquí, la constatación fotográfica). Y ahora que suelte un ladrido de aprobación quien haya deducido que esa identidad secreta alimenta el tono distante, no particularmente comprometido pero aceptablemente melancólico de su cine. Toda vez hemos alcanzado esta canina entente, procedamos con alguna que otra obviedad: tanto la entrañable pero sobrevalorada Adventureland (en lo que al realizador respecta) como Spaced o Hot Fuzz (productos en los que Simon Pegg se dedicó a regurgitar influencias pop), el elemento nostálgico cobraba velocidad gracias al cuidadoso diseño de los personajes, a la existencia de una historia que los sostuviera y al acierto de las interrelaciones resultantes para generar empatía o comicidad. No sucede así con este Paul, que muere dramáticamente desde la primera aparición del extraterrestre y queda encomendada en exclusiva a los pequeños destellos ya mencionados en el parágrafo anterior. Quizá un director más afín al disparate, de maneras menos elegantes, hubiera podido reconducir la nave camino del entretenimiento descerebrado. Pero, amigos, pese a que tampoco esperábamos aquí el Super 8 de J.J. Abrams, la sentencia de su jurado perruno es clara: el asesino de este film es el alienígena.

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