miércoles, abril 27, 2011

Clásico 3: Aquí el balón, aquí la conspiranoia


Sucede en no pocas películas de género negro que el detective acaba desenmascarando a los sospechosos por la excesiva similitud con que éstos presentan su coartada, pactada y ensayada, gestada en la siempre perfecta imaginación antes que condicionada por los azares de la dura realidad, donde dos percepciones rara vez arrojan el mismo testimonio. Tras el partido, las dos estrellas del Real Madrid, José Mourinho y Cristiano Ronaldo, sostuvieron al alimón que el objetivo final era el 0-0 y que la expulsión de Pepe (a CR7 se le olvidó calificarla de injusta) había impedido el guión lógico que iba a conducir a tal resultado: Kaká por Lass e irse un poquito arriba; esto es, por fin cruzar la línea del medio campo dando cinco o seis pases seguidos, quizá incluso mejorar en dos o tres puntos una posesión que en aquel momento volvía a ser de un 29-71% favorable a los visitantes.

Vio Pepe la roja, en fin, y el crimen perfecto del 0-0, todo cuando el mejor entrenador del mundo puede ofrecer a 60.000 de sus aficionados en unas semifinales de la Champions, se vino abajo en dos latigazos: Afellay logró a la primera lo que un aún renqueante Pedro no había conseguido en toda la noche, pretender irse de Marcelo en velocidad y conseguirlo, y Messi fue Messi (es decir, el mejor jugador del mundo) tras una nueva velada entre contemporizadora y frustrada. Vale la pena detenerse en ello... El Barça se vio sorprendido por las escasas revoluciones con que su blanco oponente planteó el encuentro, aún más italiano, con diez defensas y un solo punta, CR7, desesperado por ser el único que acudía a la presión. La pelota era suya como una vez más volvía a serlo el exceso de respeto, el miedo pánico a perderla combinando y a amparar con ello una contra mortal. Se acercó el once azulgrana a Casillas, sí, pero jamás dio verdadera impresión de poder marcar: eran ataques a los que se llegaba con pocos efectivos, un desmarque de Xavi, una carrera heroica de un notable Villa, poco más. ¿Se hubiera mantenido el empate caso de no haberse ido Pepe a la caseta? Nunca lo sabremos y ésa es la única verdad que podemos ofrecer sin que nuestra faz enrojezca.

Por el contrario, con el 0-2 aún caliente en el marcador, Mourinho acudió a la sala de prensa y comenzó dándole toda la razón a Pep Guardiola: fue el puto amo. Recibió Villar, que estará acostumbrado, pero también UNICEF, que no lo estará tanto. Recibieron todos los árbitros de todos los partidos europeos en los que él ha perdido o el Barça ha ganado. Recibió el mundo del fútbol en general y la última Champions azulgrana en particular, amén del pueblo catalán (es de suponer que pasaban por ahí todos juntitos, los siete millones, hablando en latín susurrado cual pérfidos judeomasones salidos de una novela de Dan Brown).

Como ladrador comprometido con un retrato más o menos cuerdo de lo acontecido esta noche, difícilmente puedo extenderme en lo esgrimido por el entrenador merengue, no a menos que quiera dar entrada a saltimbanquis, osos en monociclo y platillos volantes camuflados en el relleno de las aceitunas (esto es, un plan de la UEFA para que el Barça... ¿gane a veces y otras, las más, no?). Sí, quizá, deba mojarme en cambio tratando algunos de los apartados protagonistas de la polémica. Aquí van, a modo de colofón:

* No sólo Milito y Pinto deben ser sancionados por su participación en el altercado del túnel de vestuarios; el segundo, además, debería rendir cuentas ante su club. Una lesión, una mala salida de Valdés, y la portería del Barça hubiera quedado durante a saber cuántos minutos en manos de un jugador de campo. Ni todo el sentido del humor del mundo justifica su actitud violenta para con el contrario y su falta de responsabilidad para con los colores propios.

* Una plancha como la de Pepe tiende a ser amarilla cuando los tacos apuntan al suelo; por haberse estampado en este caso contra la tibia, la roja pinta merecida.

* El árbitro, una vez más, se quedó corto con las tarjetas: merecieron otra amarilla Ramos y quizá Busquets, por manos (el central blanco la vería más tarde); Marcelo, por pisar a Pedro y soltar el brazo en un par de ocasiones; Arbeloa por desentenderse del balón para placar dos carreras azulgranas; Keita, Messi y Lass, por reiteración de faltas; y Adebayor por cometer infracciones con brazos o piernas en todas y cada una de las ocasiones en que quiso presionar a un oponente.

* Imposible no volver a Mourinho: expulsado por menospreciar al trencilla, siguió impartiendo órdenes escritas a sus ayudantes y, en la ya comentada y sin duda famosa rueda de prensa, acusó de fraude, tráfico de intereses y corrupción a (de nuevo, ahora de carrerilla) UNICEF, la UEFA, Ángel María Villar, cinco o seis árbitros internacionales y, claro está, last but not least, el F.C. Barcelona. La sanción debería estar a la altura del espectáculo por él ofrecido, infinitamente superior al de su equipo durante los 300 minutos que llevamos acumulados en esta tanda de clásicos.

2 comentarios:

Zariakis dijo...

Sactamente, chaval.

Wiljer dijo...

Brillante.